(Albert Camus).-*
Si, comprendo, comprendí.
Y actué en consecuencia.
Hice las mochilas, algo de dinero, el pasaporte y un montón de notas y planes concretos aunque simpre dejando espacio a posibles cambios e improvisar.
Se trataba de viajar para así comprender, viajar, escuchar a la gente que por cualquier motivo fuese apareciendo. Oír, hablar, discrepar. Aprovechar encuentros que por experiencia se que dificilmente surgirán de nuevo.
Él, Albert, estaba en lo cierto, y a pesar de haber expesado estas sensaciones décadas antes, pude comprobar y sentir que aún pensando que somos el centro, los amos de la pirámide de nuestro tiempo, poco a poco fue ganando en mi interior el convencimiento de que nosotros, los europeos, vagamos mecánicamente por una carretera terriblemente ciega, que salvo excepciones asumió hace mucho una superioridad que se basa en el confort, seguir las normas de la razón, de la nuestra, y mirar a otros pueblos como meras curiosidades, soplos de exotismo, posibles pinceladas para adornar nuestro acertado ir y venir.
Y si, encontré muchas novedades, otras miradas, otros asuntos que nada tenían que ver con nuestra sacra doctrina del consumo y las formas teledirigidas.
Y es por eso, porque hay muchas otras opciones que me resulta complejo la vida mecanizada, el más o menos orden arraigado que llevamos muy denntro.
Creo que en dosis controladas "el caos" y "la duda" invitan a saber que hay mucho que masticar por ahí afuera.
Y no reniego de mi cuna, pero tampoco quiero retozar en ella.
(texto y fotos MM).-*
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